Edgar De la Rosa

 

 

Primero de mayo de 1994, el día que murió Ayrton Senna. A muy temprana edad pisó el acelerador y ya no dejó de correr a una velocidad meteórica; dejó su nombre grabado en las grandes ligas del automovilismo, en ese espacio en el que sólo pueden estacionarse las leyendas.

Antes de que su motor se detuviera para siempre, le había sacado un par de vueltas al resto y de modo unánime todos coinciden en que aún tenía muchos récords que romper, gracias a su particular talento.

Lo cierto es que al final ni siquiera la muerte pudo alcanzarlo en aquel fatídico día de mayo, si no fue Ayrton Senna el que llegó a ella a más de 200 km/h, ninguno de los presentes sabía que aquella carrera iba a ser considerada la carrera maldita, ninguna excepto quizá quien terminaría siendo la razón de que ese lugar cargará esta aura oscura y es que, aún hoy, hay fanáticos que sienten escalofríos cuando escuchan hablar de la pista de Imola en Italia.

Senna parecía tener un presentimiento y lo había dejado claro a todo su equipo, a su compañera de vida y hasta los periodistas; ese día Ayrton se apoyó con ambas manos en el alerón trasero de su auto y su vista se perdió en la nada.

Y es que esa no era una carrera como las otras, ese día estaba extraño, particularmente reflexivo y todos sabían que tenía razones de sobra para mostrarse así, había pasado algo que había movido hasta sus creencias más profundas, pues hacía menos de un día esa pista le había quitado la vida a un colega

Sin embargo, Senna Siempre encontraba un resguardo en sus creencias religiosas. En 1993 dio una entrevista a la revista El Gráfico y dejó en claro su posición religiosa diciendo: 

“Yo creo en Dios, pero no sólo cuando conduzco un coche de carreras, sino todos los días. Él es parte de nuestra vida”

El accidente del viernes de su compatriota Rubens Barrichello y la muerte del austríaco Roland Ratzenberger el sábado por la mañana lo hacen dudar.

Él nunca había dudado jamás en acelerar a fondo, así que miró a su auto por última vez de arriba a abajo y se colocó su casco.

Las cámaras lo enfocan, está con el ceño fruncido, conmovido, con la mirada hacia abajo, tras eso una mueca de no convencimiento, cerró sus ojos y se encomendó a Dios.

La salida fue agitada, la pista se vio invadida por los restos de 2 coches que chocaron y tuvo que interrumpirse la prueba, Senna casi se sintió feliz por un momento, sin embargo, se decidió a hacer entrar al safety car en lugar de detener la carrera, en la vuelta número 5 el safety car salió de la pista y la carrera se reanudó.

En la vuelta siguiente Ayrton pasó por última vez por la línea de meta 0,75 segundos por delante del Benetton de Schumacher pero en la entrada de la curva de tamburello alrededor de las 14 horas, con un minuto, el Williams de Senna rozó el pavimento y escapó del control del piloto, el monoplaza chocó con el muro de cemento a tan solo 15 m de la pista; 7 segundos después de la colisión, el automóvil destrozado se detuvo con la parte delantera y el lado derecho totalmente destruidos.

El tricampeón se estrellaría y moriría luego de que una varilla de la suspensión del vehículo se le clavara en la visera y llegara hasta su cráneo provocándole pérdida de masa encefálica, nadie podía creer lo que veía, cuando Senna chocó el mundo frenó de golpe.

Mucho se habla y poco se sabe sobre qué fue lo que hizo que Senna que lo hiciera perdiera el control aquel día, negligencia del torneo por no haber dejado que los autos precalentaran del modo adecuado, error técnico… ¿error del piloto?

Aún se discute si esa carrera no debería haber sido suspendida por la muerte del día anterior, sin embargo, esa carrera también la ganó Senna y es que todos saben que desde la muerte de brasileño, se incrementó de manera drástica la seguridad de la Fórmula Uno.

Se dice que los corredores de alta velocidad, así como todos los temerarios que se exponen a una actividad que pone en riesgo la vida, no suelen hablar de la fragilidad de su existir como si no hablar del peligro de algún modo lo exorcizara.

El día que todo terminó para el Sena se guardó todos sus pensamientos antes de subir al auto y dado que era muy creyente, leyó la Biblia, quizá en esas líneas también encontró razones para no salir a la pista, pero sus legendarias ganas de correr pudieron más, luego cerrar el libro aceleró y puso en marcha, su destino rumbo a la eternidad.